Tan sólo 32
km separan a la ciudad de Tigre del Obelisco. Este rincón de la zona norte de
la provincia de Buenos Aires, representa sin lugar a dudas la historia viva. El
proceso colonizador de estas tierras comienza con la segunda fundación de
Buenos Aires por Don Juan de Garay. En un documento fechado el 24 de octubre de
1580, se deja constancia del reparto de tierras.El nombre del partido proviene
de una vieja historia de cazadores de yaguaretés (tigre americano).
Aparentemente vivía en la región una pareja de cazadores muy famosos por sus
virtudes a la hora de cazar dichos animales.
Delta del
Tigre:A 32 km de la bulliciosa, y siempre efervescente, ciudad de Buenos Aires,
el Delta del Tigre regala un particular encuentro con la naturaleza y la
historia. Aquí, el río Paraná se abre formando su propio delta y una multitud
de canales, arroyos y (otros) ríos se apropian del paisaje. Conocerlo es fácil.
Tomando el Tren de la Costa en la estación Maipú, bordeando el río, se llega a
la estación Delta, una vez allí las alternativas son múltiples. Se puede elegir
entre una excursión a medida o recorrer los canales en una de las lanchas
colectivas que emplean los isleños para desplazarse en su cotidianeidad.
Durante el paseo, puede visitarse un área de islas interconectadas por puentes
y caminos, acercarse a una casita blanca protegida por una gigantesca urna de
cristal que fue propiedad del Presidente Domingo Faustino Sarmiento en el siglo
XIX, visitar las casas de Haroldo Conti en Arroyo Gambado y la de Rodolfo Walsh
sobre el río Carapachay, comer en un típico restaurante ribereño o pasear sin
rumbo fijo entre espléndidos sauces llorones. A la vera del río, se disparan
las opciones: el Parque de la Costa, el casino Trilenium, la villa de Marcos
Sastre, el edificio del Club de Remo conocido como Tigre Hotel, las pérgolas de
la plaza Manuel Belgrano, el Museo Naval de la Nación. Antes del regreso, bien
vale dedicar unas horas para hacer compras en el Puerto de Frutos, un famoso
mercado al aire libre emplazado entre calles vestidas con los colores de
rústicos tejidos, muebles, adornos y accesorios fabricados en caña y mimbre; un
mundo de mostradores donde podrán degustarse deliciosos dulces y mieles
caseras; adquirir flores brillantes y, por supuesto, toda la variedad de frutas
locales.
Fuente de
información:
Isla Martín
García:
La isla Martín García -conocida por la mayor parte de los argentinos
sólo por referencia- está estratégicamente ubicada en el Río de la Plata, sobre
la desembocadura del arenoso río Uruguay. Si bien pertenece a la República
Argentina, se encuentra más cerca del país limítrofe (distante a sólo 3,5
kilómetros de la República Oriental del Uruguay) que del nuestro, del que la
separan casi 35 kilómetros (Puerto del Tigre).Fue descubierta en febrero de
1516 por Juan Díaz de Solís, quien mientras buscaba un paso interoceánico se
topó con el dulce Río de la Plata. Solís, desconcertado por ver un mar tan
grande cuyas aguas no eran saladas sino dulces, lo bautizó, como era de
esperarse, “Mar Dulce” y fue durante estas exploraciones que la isla fue descubierta.En
altamar, muere uno de los tripulantes más queridos. En su honor, la recién
avistada isla fue bautizada como “Martín García”. La isla, a diferencia del
resto de las islas del Delta, es un desprendimiento rocoso del plegamiento
precámbrico del macizo de Brasilia y tiene 1.800 millones de años. Distinto es
el origen del resto de las islas del delta, que se forman por acumulación de
sedimentos provenientes de los ríos Paraná y Uruguay. Posee una superficie de
168 hectáreas y su expansión anual es de 30 a 50 centímetros. Tiene una altura
de 27 metros sobre el nivel del mar y es lo suficientemente húmeda para
albergar una vegetación extraordinaria: allí se encuentran selvas en galería y
la típica flora y fauna del delta, el último coletazo de la selva misionera.La
isla siempre estuvo en el mismo lugar, inmutable. Pero, a diferencia de las
sólo 3 horas que hoy la separan de la ciudad de Buenos Aires, años atrás,
llegar hasta allí no era cuestión de horas sino de días, y de varios días.En la
época de la colonia, el lugar era ideal para albergar a los presos más
peligrosos de la ciudad de Buenos Aires, como así también de la vecina
Montevideo. Nadie podía escapar de ella, ya que allí el Río de la Plata se
vuelve bravo, intolerante y anchísimo, y el Uruguay desagua con tanta fuerza
que es imposible cruzarlo a nado. Quizás por ello, el antiguo penal fue en lo
primero que se pensaba cuando se nombraba a la isla en esa época. Los presos
trabajaban en las canteras de granito (hoy inundadas por una hermosa laguna
llena de plantas acuáticas) y volcaban la producción de adoquines en grandes
carros que, mediante un sistema de rieles, llegaban hasta el muelle de la isla
donde las piedras eran cargadas en los barcos.Estos primeros “adoquines” dieron
origen a las calles de lo que hoy se denomina el casco histórico de la ciudad
de Buenos Aires, sobre todo la calle Defensa, que fue la primera en comunicar
el puerto de Buenos Aires con la Plaza de Mayo o la Plaza del Mercado, como se
la conocía entonces.Pero no sólo presos comunes albergó la isla. El lugar fue
pensado a lo largo de la historia como ideal para mantener incomunicados a
distintos líderes políticos.
Fuente de
información:
No hay comentarios:
Publicar un comentario